Las funcionarias transexuales de Maipú y esa brutal imbecilidad que llevamos dentro



Hemos visto cómo las redes sociales se hicieron cargo de enjuiciar públicamente a las dos funcionarias de Maipú que protagonizaron un ridículo accidente en una plaza. A razón de eso se armó un lío desproporcionado y ahora, cuando miramos con distancia, nos damos cuenta que el daño más grande ocurre cuando el público, como en un coliseo romano, apunta para que corra la sangre y todos griten de felicidad por el daño causado a un desconocido que nos parece distinto. Eso se llama prejuicio y lleva de la mano la triste venganza de la discriminación.

Es fácil hablar de sobra por redes sociales. También es fácil caer en el juego de tirar piedras y lapidar a medio mundo con solo leer un titular o, simplemente, por las ganas de sumarse a una moda. Ayer vimos como las redes sociales se llenaron de esa macabra obsesión de hacerle la vida terrible a los desconocidos con el amparo cobarde y ramplón de estar ocultos detrás de un dispositivo electrónico.
No tardó nada en llegar a trending topic el hashtag SaritaVasquez, para burlarse por el aspecto de las dos mujeres protagonistas del viralizado vídeo de las dos funcionarias que llamaron a los pacos porque una niña las atropelló con su auto de juguete. Y si bien me parece que llamar a carabineros por algo así es una locura, también creo que hay que ser justos y debemos decir que realizar, por otra parte, un video como lo hizo la mamá de la niña para cagarle la vida a las mujeres  es también un acto digno de repudio. Pues no solo filmó ella misma a su hija, a la carabinera, a las mujeres y a sí misma, sino que además colgó el video de manera tal que esa justicia popular y terrible de las redes sociales cobrara venganza por ella.
El caso es que los medios hicieron eco del asunto. El twitter se volcó a trollear sin piedad a las mujeres por su apariencia física e incluso se desató un odio tal que una de ellas contó que luego en la calle la tomaron por el brazo e intentaron golpearla. En ese momento es cuando uno dice ¿No será mucho?
Hoy nos enteramos gracias al facebook del concejal Ariel Ramos que las dos funcionarias del municipio son transexuales, razón por la cual obviamente no cumplen con el estereotipo femenino que le gusta ver a la gente en la tele, sin embargo no por eso son dignas de ser ofendidas por como lucen. No sé en qué momento ser o lucir distinto es terrible y hasta se vuelve peligroso. Se llenan el hocico con campañas de no acosar sexualmente a las mujeres bonitas pero cuando se las acosa por no serlo el público aplaude como en una feria. Patético.
Dejo a continuación las publicaciónes del concejal Ramos.

Vamos por partes:

Primero que nada, El video

Alejandra Lagos es la mamá de la niña que le pegó un topón a una de las mujeres y que luego difundió el vídeo. Y si bien le encuentro toda la razón en defenderse y en tratar de dejar registro creo que cometió un error al poner ese vídeo en una plataforma que permitió que se volviera viral y, con ello, tema nacional. Hay que saber medir la fuerza, no hay que volverse bestia solamente porque alguien te ataca. Alejandra se equivocó y causó un daño peor que el que había recibido a cambio de vengarse y eso la convierte en una persona detestable, mucho más que lo detestable de la situación que vivió ella y su nena.
Los ciberautas somos personas perversas que gustamos de ver cosas raras en las redes y cuando un tuit es gracioso podemos hacer nata reproduciéndolo. Y en ese ahínco a veces no nos damos cuenta de que podemos hacer daño. Porque el bullying no es una cosa que debamos hacer. Como no es bueno hacer justicia por tu mano, o castigar duramente a alguien y luego subirlo a youtube. Eso no te convierte en héroe sino en idiota, porque insisto, hay que medir la fuerza y pensar en las consecuencias.
Sin ir más lejos hoy Patricia Montero (la protagonista del vídeo) declaró en Chilevisión lo siguiente: “quedamos mal nosotras, nos han querido pegar, nos han retado. Es una injusticia, si me pudiera colgar, yo creo que lo haría, estoy desesperada”. Entonces me pregunto, Alejandra, y si se cuelga ¿cómo te sentirías?

Segundo, la discriminación y el trolleo

Desde la gente común y corriente hasta los medios de prensa se dieron a la tarea de ofender a las mujeres sin mediar que un escarnio público es una condena que puede ser terriblemente feroz. Publimetro, por ejemplo, tuvo minutos para dedicarle tiempo a explicar por qué Sarita Vázquez era trendig topic, y como siempre hicieron correr su maquinaria perversa de carne molida para jugar con el morbo y la estupidez de sus redactores que, a punta de prejuicios y discriminación, prefirieron sumar visitas a su sitio antes que respetar e unas sujetas que lucían distinto.
Y si quieren más ejemplos basta que se metan a twitter para encontrar a idiotas como este que sin más ni más se ponen a compartir fotos en las que gratuitamente ponen la cara de alguien para regalarle una ofensa. Y no me extrañaría que este idiota me hiciera a mí la amenaza de demandarme por llamarlo idiota públicamente y caería en su mismo juego de entender que cuando a uno se lo acusa o se lo apunta con el dedo para que otros se rían hay que saber lo que se siente ser apuntado.  
No voy a seguir argumentando respecto de lo que significa el bullying en redes sociales porque creo que cualquiera entiende que hay que tener un poco de criterio incluso para ser vengativo.
Me quedo con las palabras del Movilh al respecto para cerrar este punto: “Varios usuarios de las redes sociales han utilizado el triste y lamentable episodio vivido por una niña de 4 años para atacar a dos funcionarias de la comuna en razón de su identidad de género y apariencia física. Esto es intolerable”

Tercero y final, la crueldad innecesaria

Yo sé que no puedo cambiar el mundo. Y sé que no puedo hacer que la gente no sea tan hijadeputa en redes sociales. Tampoco puedo conseguir que las personas piensen dos veces antes de ofender a alguien y menos aún puedo reparar el daño que tal o cual le ha causado en otra persona. Lo que sí puedo hacer es pelear porque en este país hayan cada vez menos imbéciles que sean capaces de trollear sin piedad a alguien por lucir distinto, por pensar distinto, por ser distinto.
Nos amanecemos llorando con la Teletón y nos pegamos en el pecho cuando alguien vulnera los derechos de un niño, sin embargo no vemos más allá de nuestro puño al viento cuando la injusticia no tiene el color que han pintado para que la reconozcamos.
Nadie ayer se fijó acaso en que la madre filmó a su hija y la expuso. Nadie reparó en que estaba discriminando a dos personas que lucían de una manera determinada. Nadie puso el acento sobre la conducta pelotuda de la carabinera. Sin embargo fueron miles los que se agarraron hasta de la pobre Sara Vázquez (que muerta y todo sigue dando para que hablen los medios de su fisonomía) con el fin de hacer daño a rabiar.
No quiero terminar dando discursos, ni mucho menos me las voy a venir a dar acá de santo, sin embargo creo que a estas alturas del partido hay que tener un poco de paciencia. Un poco de respeto. Hay que luchar y gastar energías en aquellas batallas que realmente importan y dar cara a los hijos de puta que nos hacen daño. Hay que espetar con rabia a los parlamentarios que roban y a los empresarios que engañan al país. Hay que tirar piedras sobre el abusador que, con poder y armamento, se toma el trabajo de explotar a otros. Pero no hay que gastar tiempo y ganas en noticias de barrio que solo le deberían importar al pequeño grupo de personas que fueron protagonistas.
Me gustaría pensar que los medios estamos acá para hablar de cosas más colectivas y no de prejuicios y maldad de cuneta. Sin embargo me siento en la obligación moral de dedicar al menos estas palabras para, imaginariamente, volver en el tiempo y meterme en medio de la discusión en Maipú con el fin de decirles a ese grupo de señoras que se trenzaron en una discusión estúpida “Chiquillas, no se saquen los ojos y piensen que peor sería que esto termine siendo noticia nacional”

en twitter me pillas en @arturoledezma

publicado en El Ciudadano el 16 de diciembre de 2015

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