Día del libro y las promesas culturales del día del pico




Mientras en todo el mundo se celebra el día internacional del libro acá en Chile seguimos esperando a que nuestros gobernantes dejen de ver el libro como un pequeño lujo y pasen a verlo como un artículo de primera necesidad (claro, yo también me río al pensarlo). Hoy en todo el país se festeja con una oferta de recitales, lanzamientos, mentiras y saludos a la bandera, a la misma hora en que los noticiarios hacen nata con la información ramplona que entregan justificando que la cultura y la lectura en el país son objetos de carnaval para ponerle pilas al clown mediático cada vez que una efeméride resalta en el calendario del ministro de cultura quien simula que, con más bibliotecas y con una presencia sostenida en ferias internacionales, saldremos de la ceguera espantosa que aún tiene a los pendejos leyendo Rimas y Leyendas oLa Amortajada en los colegios.

Jamás hablaremos del 19% de impuesto al libro, excepto cuando algún candidato, en un desenfreno histérico, haga gala de haber leído más que su electorado para mostrar que es menos estúpido que el ministro de turno o ligeramente más astuto que la modelo hot que se lleva la portada del diario popular.  Y claro, por mientras nos entretenemos yendo a las ferias del libro y comprando a 15 cuotas los libros sobrevalorados de Alfaguara que te llenan de mierda las 120 páginas del papel más grueso (para que se vean más grandes los ejemplares) de esos libros cosméticos que la intelectualidad rasca de la gente más tonta pasea como si cargara a una guagua rubia por las escaleras del metro para impresionar a los tontorrones que leen Las Últimas Noticias (que es al final lo mismo).


Seamos contingentes. Ayer asumió la ministra de educación, pero eso no parece tener ninguna relación con la cultura. Más se acerca a estar etiquetada junto con palabras como lucro, negocio, conflicto de intereses o marcha estudiantil. 
Dejemos de ser contingentes, porque en realidad no vale la pena agregar algo al respecto, porque acá estamos hablando de lo del día del libro (hasta yo me siento weon de decirlo) y, hoy en día, la educación y la cultura son dos parientes que hace rato son algo así como primos lejanos. 

Por su parte el ministro Cruz Coke esta mañana lo único que leerá son los catálogos de Home Center y chequeará las páginas de Vivienda y Decoración para darle un nuevo toque cool a su oficina, pero en la tarde se hará el ciego, sordo y gil ante el cierre inminente de los teatros Del puente y La Memoria que padecen de las políticas culturales que relativizan la palabra Negocio para incitar a que todos los actores culturales pasen primero por las filas del capital Semilla o para empujar a los artistas a que se sienten de una buena vez con la empresa privada a mostrar el culo y así se transformen de a poco en pequeñas empresas de desarrollo económico detrás del tinte artístico que tanto le gusta a los gobiernos de la concerta y la derecha, que con sus fondos de cultura (concursables y cizañeros) están mandando al carajo cualquier disciplina que no tenga un ingeniero comercial entre su grupo de creativos.

Yo no soy tan viejo, pero tengo memoria y tengo google y sé, perfectamente, que antes las cosas se hacían un poco mejor que ahora. Y veo cómo, en los últimos 30 años, han convertido todas las disciplinas artísticas en una monedita coleccionable que siempre termina guardándose en las cajas felpudas  de los que tienen más plata y dejan, para los más pobres, sólo una puñetera cartelera de talleres artísticos de cuarta categoría y con uno que otro festival municipal que, más que culturizar, digamos que coloniza a la chusma con una balacera de libros sin contenido y con batucadas y nuevamente batucadas que nos sirven de nada (no tengo nada en contra las batucadas pero han terminado siendo la filarmónica del pueblo, quizá porque para el cuico reproducen el golpeteo del gas y el sonido de la basura cuando pasa los martes, jueves y sábados que, para los pitucos siúticos, suenan a música que dice que en alguna parte hay un roto con las manos ocupadas).

Volvamos a lo del libro. En Chile estamos recién conversando temas que en otros lados son parte del pasado no tan reciente. Y así, mientras el gobierno se esmera por hacernos creer que un PDF es un libro electrónico (cuando no lo es) los editores y las editoriales -que han terminado siendo pésimas administradoras de contenidos- siguen reproduciendo el modelo de lectura que más le acomoda a las librerías del mall y a los editores de transnacionales. Yo me declaro un conocedor y amante de los nuevos formatos y puedo asegurar que hoy en día hay muchas formas de leer y de difundir contenidos, pero lamentablemente el grupete de siempre sigue pateando para el futuro cualquier plataforma que permita democratizar (me carga esa palabra) la cultura y en este caso la lectura. 
De este modo te digo que aún, cuando podamos tirarle la pelota al gobierno, son las mismas editoriales las que se hacen las weonas con los precios que le ponen a sus libros y además se sacan los balazos de la responsabilidad que les toca en que los libros no lleguen a más personas. Por así decirlo, no son tan blancas palomas como quieren parecer y son tanto o más culpables de que tú o yo no tengamos la posibilidad de leer los libros que quisiéramos leer.  Pero nos entretienen con neologismos estúpidos como Bibliodiversidad (suena como a campaña de reciclaje de pilas) para ponernos en el corazón la carga y la culpa que nos toca, por apenas leer medio libro al año.

En Chile hoy en día hay más editoriales independientes de las que necesitamos. Hay bibliotecas en los centros comerciales y te prestan libros en el metro. Hasta los venden en el supermercado. Además los dispositivos móviles (teléfonos, tablets) permiten acumular cuantos libros quieras. Sin embargo la gente no tiene idea si José Donoso es chileno o peruano y creen que el Boom latinoamericano fue un conflicto armado. Los adultos leen a Isabel Allende en el metro, pero con dificultad podrían decir si el último premio nacional de literatura fue Hahn o Sampaoli.

Está claro que la lectura, al igual que todas las expresiones artísticas y culturales, son utilizadas por los gobiernos para controlar al populacho que se las enfrenta con un sistema comunicacional dominado por la peor publicidad de todas. Sabemos que el capitalismo nos tiene de las bolas y, aunque intuimos que estamos bien cagados con lo poco y nada que recibimos en los colegios y en las universidades, seguimos haciendo gala de nuestra ignorancia cuando en estas pequeñas fiestas de calendario celebramos el día del libro, de la poesía, de la empanada y de la música. 

Somos los peores espectadores, lo sabemos, pero nos sentimos tan lindos cuando alguien sale a recitar un poema inentendible frente a un grupo de estudiantes que festejan, la hora y media de clases que están perdiendo, gracias a ese espectáculo ridículo en que los sientan en el salón de actos un martes por la mañana y ellos, entre que twitean su aburrimiento y se ríen de los estúpidos actores culturales que se prestan de payasos, comienzan a aburrirse de a poco con el pésimo show que les toca ver.

Sólo para volver al título quiero cerrar diciendo que, evidentemente, no estamos en tiempos de debatir acerca de los temas duros detrás de la lectura, el libro y los lectores, y seguro es que nos sentaremos a conversar los temas importantes y a decir las cosas por su nombre el mismísimo día del pico. 


artículo y fotitos x Arturo LedeZma

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